TODAS2

viernes, 28 de octubre de 2011

El diario de un niño

Día 13 de abril de 1895
Hoy ha llovido toda la tarde y mamá no me ha dejado salir a jugar, pero igual he salido. Y ahora me he enfermado. Me duele mucho la pancita y la cabeza. Papá trajo a una mujer para que sea mi enfermera. Es una mujer joven. Mamá no quiere que se quede aquí conmigo ni que me cuide. Dice que es una bruja. Así que le ha pedido al criado que traiga la cama de ella aquí junto a la mía.
Día 17 de abril de 1895
Mama parece que también ha enfermado. Ahora Ella debe cuidarnos a las dos. Mama está mal. Tiene fiebre y habla cosas que no entiendo que significan. Me asusta que esté así…
Noche del 17 de abril de 1895
Fui a buscar un vaso de agua para mama y sin querer espié por el dormitorio de Ella. Estaba con papá. Y el la besaba y hacían cosas… Me fui corriendo pero creo que ella igual me vio…
Día 20 de abril de 1895
Ella le trajo a mamá una cosa rara para que comiera. Mamá no quería y ella la obligaba. Le abría la boca y le ponía eso y le hacía tragar todo. Después le daba leche…pobre mama… cada vez está peor, y yo no mejoro nada, aunque ya no me duele la cabeza. No le conté nada de lo que vi la otra vez, o se pondría peor. Ella creyó que yo estaba dormida y no me hizo ni me dio nada. Papa viene y nos saluda de vez en cuando. Mama esta casi todo el día inconsciente y de noche cuando esta cuerda me dice que no coma lo que Ella me da…
Día 1 de mayo de 1895
Mamita se ha ido al cielo. Eso me dijo papa. Pero yo se que mami no se quería ir. Ella le ha obligado. Es mala. No quiso que fuera con ellos al cementerio porque dice que soy muy revoltoso y que desobedezco. (Quisiera que mama estuviera aquí así me explicaría que es revoltoso). Papa ya no me quiere. Hace mucho que no viene y me habla como antes… Ahora la quiere a Ella…
Día 6 de mayo de 1895
Tengo miedo. Ella me ha querido mandar lejos. No quiere que este con papa. Quiere que vaya a un internado y papa no quiere. Ella ha mirado como si quisiera que desapareciera… le tengo miedo. Ayer me ha quitado a Tito y no me lo ha devuelto. Le he rogado pero me ha dicho que soy un niño grande ya para tener osos. ¡No me importa! Mama nunca me ha quitado a Tito. Se lo he dicho y me ha dado un bofetón. Es mala…
Día 24 de mayo de 1895
Me siento mal… creo que le ha puesto cosas raras a mi comida cuando estaba dormido. Esta noche me voy a hacer el dormido y la voy a espiar…
Noche del 24 de mayo de 1895
Ha dicho que no me quiere, y que le estorbo. Que quiere que me vaya al cielo con mi mama así ella puede quedarse con mi papa… Es mala… Mami…. ¿me estará viendo? Desde el cielo deben verse muchas cosas… mamita… si me ves avísame que me esta haciendo… aunque… no, no me digas nada… papa ya no me quiere mas y yo quiero estar contigo.
Día 31 de mayo de 1895
Papa ha venido a verme y se ha asustado. Ha dicho que parezco un fantasma… pero yo se que es por culpa de ella. Ella no quiere que escriba más y ha buscado este diario por todas partes. Pero solo yo se donde está. Igual he tenido que cambiar su escondite. Ahora está bajo el pedazo de loza que esta suelto bajo mi cama… Espero que no lo pueda encontrar.
Día 12 de junio de 1895
Me voy a encontrar con mamita. Estoy contento, triste porque tengo que dejar a papá y enojado porque ella es mala… Ella mató a mama y me esta matando a mí… Ahora estará feliz… Lo que ella no sabe es que a mama la espero un ángel y a mi también me espera uno… A ella le queda poco tiempo… Y su ángel es uno negro… y se la va a llevar a otro lugar… ¿Como lo sé? Él me lo ha dicho. Lo he visto en sueños. Él me dijo que hoy he de estar con mi mama y que ella va a estar en otro lugar. Uno oscuro y tenebroso… Ahí viene mi ángel… Adiós papito… te quiero a pesar de todo… adiós papito mío…
La Santa Compaña 
Estrechamente relacionada con las leyendas, supersticiones y creencias sobre difuntos y entierros, y por tanto también con la festividad de los días 1 y 2 de noviembre, Todos los Santos y Fieles Difuntos,  existe una misteriosa leyenda, es propia de la zona Norte de España; en concreto, de las regiones de Asturias y Cantabria y, sobre todo, de Galicia. Los húmedos, poblados y brumosos bosques del norte de España son ricos en supersticiones y creencias que tienen a los muertos como protagonistas, pero la más famosa, sin duda, citada en numerosos ensayos, libros y películas (recordemos, por ejemplo, “El bosque animado”), es la que vamos a tratar aquí: la leyenda de la Santa Compaña.
La Santa Compaña, según la leyenda y también según las creencias, profundamente enraizadas en la cultura popular, de las gentes que habitan en esos lugares, es una procesión de almas en pena que sale de noche por los campos y bosques. Esta procesión está formada por dos hileras de entre ocho y doce figuras fantasmagóricas, todas ellas vestidas de blanco, vistiendo sábanas o túnicas, con la cabeza cubierta con capuchones y con aspecto cadavérico. Las almas en pena llevan cirios encendidos, tocan campanillas y van deambulando en silencio por las solitarias ‘corredoiras’ (caminos o senderos del bosque, en gallego). No siempre, pero sí en muchas ocasiones, en el centro del cortejo se observa que las figuras fantasmales portan un ataúd, por lo que la procesión es, en realidad, un entierro.
Pero esa procesión de almas tiene una característica singular, que la distingue de cualquier otra que se le pudiera parecer. Nos referimos a que los difuntos que integran la Santa Compaña precisan de un ser vivo que les sirva de guía. Es una persona viva, un humano mortal, quien encabeza la procesión portando un gran crucifijo de madera, un cirio o una antorcha. En su otra mano soporta el peso de un caldero de agua bendita.
Según la creencia popular, la Santa Compaña la conforman las almas de aquellas personas que, en vida, hicieron alguna promesa y no la cumplieron; por ello vagan indefinidamente, y seguirán haciéndolo hasta encontrar a una persona que cumpla por ellos dicha promesa. La llegada de la Santa Compaña a un lugar concreto siempre suele ir precedida de un fuerte olor a moho, a humedad o a cera ardiente, por lo cual quien ande ojo avizor siempre tiene unos momentos para ponerse en guardia.  Nunca viene mal ser precavido, porque las almas en pena aparecen de súbito entre la niebla, y al caminante con quien se encuentran delante, le obligan bien a acompañarles o bien a ocupar el lugar del mortal que encabeza la procesión; habitualmente este último suele ser una persona a punto o próxima a fallecer, con lo cual si se consigue que algún incauto ocupe su lugar, dicha persona podrá regresar a su casa para así morir en paz.
Por ello, si por aquellos umbríos bosques alguien tiene el infortunio o la mala suerte de cruzarse o encontrarse con la Santa Compaña, la sabiduría popular dice que sólo puede salvarse de ser llevado por ella haciendo un círculo mágico en el suelo y metiéndose dentro de él, hasta que haya pasado el cortejo por completo. No hay que mirar a ninguno de los integrantes de la procesión, y se debe por todos los medios evitar que te toquen. Si acaso te toca a ti, es mejor que te pongas a rezar cuantas oraciones sepas. Si llevas encima alguno de estos elementos: un escapulario, una Biblia, la estampita de un santo, una ristra de ajos o un crucifijo, la Hoste (así se la denomina también en Galicia) sabrá que eres un buen cristiano y temeroso de Dios, pasará de largo y te dejará en paz.
Expertos en folklore, al bucear en los orígenes de esta singular leyenda, opinan que la creencia en la misma tiene sus inicios en el pasado celta de Galicia y, en concreto, en los ritos que celebraban los antiguos druidas. Los sumos sacerdotes de los celtas desarrollaban sus rituales en los bosques y vestían con túnicas blancas. Además, los calderos o marmitas eran los recipientes que utilizaban para elaborar sus fórmulas mágicas. Los druidas solían ir en procesión hasta un claro del bosque donde llevaban a cabo sus ceremonias mágicas. Estas costumbres y rituales paganos se mezclaron después con la tradición cristiana y dieron lugar a esta leyenda, alimentada por la picaresca de los contrabandistas, quienes, aprovechando la superstición popular y disfrazados con sábanas blancas, podían cruzar los bosques y los campos sin ser molestados por nadie. De hecho, las ‘apariciones’ solían darse, en zonas poco pobladas, en rutas inhóspitas y a altas horas de la noche.

A BUEN JUEZ, MEJOR TESTIGO

Cristo de la Vega)
Había en Toledo dos amantes: Diego Martínez e Inés de Vargas. Estos dos se amaban locamente, pero un día llegó una mala noticia para los dos, Diego tenía que partir hacia Flandes y esto sembró el miedo y el terror ante los dos, ya que este viaje les separaría y solo Dios sabe por cuanto tiempo. Llegó la hora de la despedida y esta se produjo en la capilla del Cristo de la Vega en la cual los dos se juraron amor eterno y Diego tocando los pies de Cristo prometió desposarla en cuanto regresara.
Mientras Inés se marchitaba de tanto llorar, ahogándose en su desesperanza y desconsuelo, desesperado sin acabar de esperar, aguardando en vano la vuelta del galán. Todos los días rezaba ante el Cristo testigo de su juramento, pidiendo la vuelta la Diego, pues en nadie mas encontraba apoyo y consuelo.
Dos años pasaron y las guerras de Flandes acabaron, pero Diego no regresaba, pero Inés nunca desesperó y todos los días acudía al miradero en espera de ver aparecer a su amado. Un día vio aparecer un tropel de hombres a lo lejos que se acercaban a la muralla de la ciudad, y se encaminaban a la plaza del Cambrón, esta fue corriendo hacia allí a ver quienes eran como había hecho muchas otras veces, cuando allí llegó el corazón le palpito con fuerza, al frente del pelotón de hombre en cabeza iba Diego. ¡Por fin! Tanto tiempo esperando dio fruto, Inés dando gritos de alegría agradecía al cielo el haberle traído sano y salvo, pero Diego al verla le hizo caso omiso como si no la conociera y dando espuelas al caballo se adentro en las callejuelas de Toledo. ¿Qué había hecho cambiar a Diego Martínez? Posiblemente fuera su encubrimiento, pues de simple soldado fue ascendido a capitán y a su vuelta el rey le nombró caballero y lo tomó a su servicio. El orgullo le había trasformado y le había hecho olvidar su juramento de amor; negando en todas partes que él prometiera casamiento a esa mujer.
Inés no cesaba de acudir ante Diego, unas veces con ruegos, otras con amenazas y muchas mas con llanto; pero el corazón del joven capitán de lanceros era una dura piedra y continuamente le rechazaba. En su desesperación solo vio un camino para salir de la dura situación en que se encontraba, ya que en todas partes de la ciudad murmuraban sobre el caso de Diego e Inés, y fue acudir al gobernador de Toledo que en esta caso era Don Pedro Ruiz de Alarcón y le pidió justicia. Don Pedro hizo acudir ante él en el tribunal a Don Diego Martínez y a Inés y primero escucho a uno contar lo acontecido para mas tarde escuchar a Diego negar haber jurado casamiento a Inés. Ella porfiaba y él negaba. No había testigos y nada podía hacer el gobernador. Era la palabra de uno contra la del otro. En el momento en el que Diego iba a marcharse con gesto altanero, después de que don Pedro le diera permiso para ello, Inés pidió que lo detuvieran, pues recordaba tener un testigo.
Cuando la joven dijo quien era ese testigo todos se quedaron paralizados por el asombro, tras un silencio aterrador y una breve consulta de don Pedro con los jueces que le acompañaban decidieron ir al Cristo de la Vega a tomarle declaración. Todos se acercaron a la ermita, un tropel de gente acompañaba el cortejo, pues la noticia del suceso se había extendido como la pólvora. Entraron todos en el claustro, encendieron ante el Cristo cuatro cirios y se postraron de hinojos a rezar en voz baja. a continuación un notario se adelantó hacia la imagen y teniendo a los jóvenes uno a cada lado y después de leer la acusación en voz alta, demandó a Jesucristo como testigo: -¿Juráis ser cierto que un día, a vuestras divinas plantas, juró a Inés Diego Martínez por su mujer desposarla? Tras unos momentos de expectación y tensión el Cristo bajo su mano derecha, desclavándola del madero y poniéndola sobre los autos abrió los labios y exclamo: - Sí Juro.

Buscando la llave

 Muy tarde por la noche, Nasrudin se encuentra dando vueltas alrededor de una farola, mirando hacia abajo. Pasa por allí un vecino.
- ¿Qué estás haciendo Nasrudín, has perdido alguna cosa?- le pregunta.
- Sí, estoy buscando mi llave.
El vecino se queda con él para ayudarle a buscar. Después de un rato, pasa una vecina.
-¿Qué estáis haciendo? – les pregunta.
- Estamos buscando la llave de Nasrudín.
Ella también quiere ayudarlos y se pone a buscar.
Luego, otro vecino se une a ellos. Juntos buscan y buscan y buscan. Habiendo buscado durante un largo rato, acaban por cansarse. Un vecino pregunta:
- Nasrudín, hemos buscado tu llave durante mucho tiempo, ¿estás seguro de haberla perdido en este lugar?
- No, dice Nasrudín.
- ¿Dónde la perdiste, pues?
- Allí, en mi casa.
- Entonces, ¿por qué la estamos buscando aquí?
- Pues porque aquí hay más luz y mi casa está muy oscura.

La leyenda de Arturo, Gawain y la bruja


El joven rey Arturo fue sorprendido y apresado por el monarca del reino vecino mientras cazaba furtivamente en sus bosques.
El rey pudo haberlo matado en el acto, pues tal era el castigo para quienes violaban las leyes de la propiedad, pero se conmovió ante la juventud y la simpatía de Arturo y le ofreció la libertad, siempre y cuando en el plazo de un año hallara la respuesta a una pregunta difícil.
La pregunta era la siguiente: ¿Qué quiere realmente la mujer?
Semejante pregunta dejaría perplejo hasta al hombre más sabio y al joven Arturo le pareció imposible contestarla. Con todo, aquello era mejor que morir ahorcado, de modo que regresó a su reino y empezó a interrogar a la gente. A la princesa, a la reina, a las prostitutas, a los monjes, a los sabios y al bufón de la corte… en suma, a todos, pero nadie le pudo dar una respuesta convincente. Eso sí, todos le aconsejaron que consultara a la vieja bruja, pues sólo ella sabría la respuesta. El precio sería alto, ya que la vieja bruja era famosa en todo el reino por el precio exorbitante que cobraba por sus servicios.
Llegó el último día del año convenido y Arturo no tuvo más remedio que consultar a la hechicera. Ella accedió a darle una respuesta satisfactoria, a condición de que primero aceptara el precio. Ella quería casarse con Gawain, el caballero más noble de la Mesa Redonda y el más íntimo amigo de Arturo.
El joven Arturo la miró horrorizado: era jorobada y feísima, tenía un solo diente, despedía un hedor que daba náuseas y hacía ruidos obscenos. Nunca se había topado con una criatura tan repugnante. Se acobardó ante la perspectiva de pedirle a su amigo de toda la vida que asumiera por él esa carga terrible. No obstante, al enterarse del pacto propuesto, Gawain afirmó que no era un sacrificio excesivo a cambio de la vida de su compañero y la preservación de la Mesa Redonda.
Se anunció la boda y la vieja bruja, con su sabiduría infernal, dijo: “Lo que realmente quiere la mujer es ser la soberana de su propia vida”. Todos supieron al instante que la hechicera había dicho una gran verdad y que el joven rey Arturo estaría a salvo.
Y así fue: al oír la respuesta, el monarca vecino le devolvió la libertad.
Pero menuda boda fue aquella… Asistió la corte en pleno y nadie se sintió más desgraciado, entre el alivio y la angustia, que el propio Arturo. Gawain se mostró cortés, gentil y respetuoso. La vieja bruja hizo gala de sus peores modales, engulló la comida directamente del plato sin usar los cubiertos, emitió ruidos y olores espantosos.
Llegó la noche de bodas. Cuando Gawain, ya preparado para ir al lecho nupcial, aguardaba a que su esposa se reuniera con él, ella apareció con el aspecto de la doncella más hermosa que un hombre desearía ver. Gawain quedó estupefacto y le preguntó qué había sucedido. La joven respondió que, como había sido cortés con ella, la mitad del tiempo se presentaría con su aspecto horrible y la otra mitad con su aspecto atractivo.
¿Cuál prefería para el día y cuál para la noche? ¡Qué pregunta más cruel…!
Gawain se apresuró a hacer cálculos… ¿Quería tener durante el día a una joven adorable para exhibirla ante sus amigos y por las noches en la privacidad de su alcoba a una bruja espantosa? ¿O prefería tener de día a una bruja y a una joven hermosa en los momentos íntimos de su vida conyugal…?
¿Usted qué hubiera preferido… qué hubiera elegido?
La elección que hizo Gawain está más abajo, pero antes de leerla tome su decisión…
El noble Gawain replicó que la dejaría elegir por sí misma. Al oír esto, ella le anunció que sería una hermosa dama de día y de noche, porque él la había respetado y le había permitido ser dueña de su vida.

La magia de las sombras


Muchas culturas la asocian con el alma. Según recientes estudios neurológicos esta antigua creencia puede tener una base fisiológica: el cerebro no la percibe como una imagen, sino como parte del propio cuerpo. ¿Estamos ante la clave de la fascinación que produce en el ser humano?
“Entonces Wendy vio la sombra y le pareció tan sucia de haber sido arrastrada por el suelo, que sintió una gran pena por Peter Pan (…) Y, primorosamente, sacó su neceser de costura y cosió la sombra a los pies de Peter».
Este fragmento de las primeras páginas de la novela de J.M. Barrie relata las dificultades que tiene el famoso niño duende con su propia sombra, a la que incluso se ha pegado al cuerpo con jabón para no perderla.
A diferencia de los duendes, los humanos no han tenido nunca tal problema, pero eso no ha impedido que, desde tiempo inmemorial, temieran que su sombra pudiera ser dañada, pisoteada o incluso robada. Tanto la han valorado que han llegado a considerarla algo más que una mera extensión de sí mismos.
Según la folklorista Christina Hole, «en muchas partes del mundo se ha creído, y en algunas aún se cree, que la sombra de una persona es su propia alma o, al menos, una parte integrante de su ser, tan conectada con su vida que cualquier cosa que aconteciera al cuerpo es sentida por ella».
Las investigaciones llevadas a cabo por los psicólogos italianos Francesco Pavani y Humberto Castiello, de las universidades de Trento y Padua respectivamente, nos ayudan a comprender mejor por qué estas creencias aparecen en todas las culturas, presentando un carácter universal.
En el 2003, Pavani y Castiello realizaron una investigación con diez testigos voluntarios. El experimento medía el tiempo que éstos tardaban en reaccionar a un estímulo eléctrico administrado en el dedo índice o en el pulgar.
Cuando los voluntarios sentían un pinchazo en sus índices, tenían que soltar un pedal bajo el dedo gordo de su pie. En cambio, cuando lo sentían en sus pulgares debían soltar un pedal situado bajo el talón.
Los científicos intentaron interferir con los procesos de pensamiento implicados, proyectando luces rojas cerca de las manos de los voluntarios. Pero éstas afectaban al tiempo que tardaban los sujetos en reaccionar sólo cuando eran proyectadas cerca de sus sombras.
Al hacerlo, se confundía a los voluntarios y se interfería con su habilidad para tomar una decisión rápida. Los resultados indicaron que el acto de tocar la sombra de una persona afecta a su sentido espacial y puede distraerla de una tarea específica, restándole eficacia a sus movimientos.
Estas investigaciones sugerían que el «esquema corporal» –la imagen interna que las personas tienen de su cuerpo–, puede extenderse más allá de la piel y, por lo tanto, que la sombra del cuerpo tiene un efecto profundo sobre la percepción visual de los sujetos.
«Los resultados obtenidos indican que las sombras proyectadas por distintas partes del cuerpo de una persona pueden suplir el hueco entre el espacio personal y el extra-personal», explica Pavani.
Según los citados psicólogos, la sombra actúa como una extensión del cuerpo al convertirse en un punto de referencia distante que ayuda a las personas a realizar sus tareas. El cerebro desarrolla un mapa interno que le permite definir exactamente donde está el cuerpo.
La imagen proyectada por éste podría formar parte de ese mapa. Humberto Castiello afirma que «cuando vemos algo a punto de contactar con el borde de nuestra sombra, la actividad cerebral sugiere todo lo contrario, como si el contacto no fuéramos a producirlo nosotros, sino que viniera del exterior».
En breve, estos investigadores publicarán sus resultados más recientes en la revista Experimental Brain Research. «Hemos descubierto que las sombras del cuerpo actúan como un impulso o clave para nuestra atención selectiva; por ejemplo, nuestra habilidad para seleccionar información pertinente en el entorno», asegura Pavani.
Específicamente han comprobado que el simple hecho de mirar la sombra de una mano, por ejemplo, alerta a la persona para los episodios táctiles que pueden afectar a esa parte concreta de su anatomía.
«Resulta notorio que esto sucede incluso aunque los participantes no tengan ninguna razón estratégica para dirigir su atención hacia una parte del cuerpo en vez de a otra. Así hemos podido llegar a la conclusión de que la sombra podría ser una clase especial de clave para nuestra atención selectiva. Otras claves especiales para el mismo fin son, por ejemplo, los ojos y ciertos movimientos biológicos», concluye Pavani.
Simon Unger, psicólogo de la universidad de Guildford (Surrey, Inglaterra) ha señalado que un fenómeno similar también se produce en otras situaciones: «Cuando los ciegos tienen que utilizar un bastón blanco, dicen que lo sienten como una extensión de sus dedos».
Esto explicaría que nuestros ancestros creyeran que su sombra se extendía más allá de ellos mismos y que era parte intrínseca de su ser, cuando no su propia alma o su cuerpo astral.
En muchos grupos primitivos existe la idea de que el espíritu de un hombre podría abandonarle temporalmente sin causarle la muerte. Los viajes que efectuaba en estos casos –por ejemplo, durante el sueño– podían ser peligrosos.
Si todo iba bien, el alma errabunda, por lejos que viajara, acababa regresando al cuerpo. Siempre que permaneciera intacta, el hombre normalmente estaba a salvo.
Pero si resultaba herida durante ese viaje, el cuerpo también resultaba herido y, si por algún motivo, no podía regresar a éste, el hombre moría. El folklore recoge innumerables ejemplos de esta creencia.
Sin embargo, resulta más reveladora la visión que nos ofrece la psicología moderna. Ésta se refiere a la sombra como aquella parte del psiquismo inconsciente contiguo a la conciencia, aunque no aceptado necesariamente por ella.
Las bases las había sentado Carl G. Jung en 1945, al definir la sombra como lo que una persona no quiere ser: «Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad».
Esto sugiere que la fascinación que ejerce la sombra física sobre los seres humanos también podría surgir de que evoca inconscientemente a su homóloga psíquica.
Esta última se proyecta en los sueños bajo la figura de ciertos personajes que expresan aspectos no necesariamente maléficos, pero que pueden llegar a serlo. Según Jung, «sólo deviene peligrosa cuando no le prestamos la debida atención».
desvan
Recuerdos reposados entre los trastos viejos de mi viejo desván
entre maletas llenas de ilusiones arrinconadas
paseos por el campo verde de mi pueblo en la vieja bicicleta
y poemas leídos en los viejos libros llenos de polvo
y que vistieron mi juventud de  utopías, fantasías y esperanzas...
.Mayte