Dice Dios:
«Era un asunto urgente; me pregunté para qué servían mis criaturas más extrañas: el dragón, el ángel, el unicornio. Convoqué a aquellos en los que creía, reales, poderosos, incontestables; el baobab, el caballo de labor, la montaña acodada en el mar. Celebraron diez conferencias sin ponerse de acuerdo. Así que he considerado al dragón, al ángel y al unicornio; pero para evitar algunos malentendidos he creído conveniente volverlos invisibles.»
De “El tormento de Dios”
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